En un mundo cada vez más afectado por fenómenos meteorológicos extremos, resulta crucial contar con infraestructuras resilientes que sean capaces de hacer frente a eventos como las inundaciones que vivimos la semana pasada.
Los eventos climáticos extremos están ocurriendo con mayor frecuencia y severidad, poniendo en peligro la integridad de las personas, el bienestar y la economía de las ciudades en todo el mundo.
En Chile, no somos la excepción, motivo por el cual se hace imprescindible contar con una infraestructura resiliente que sea capaz de resistir la fuerza de estos fenómenos naturales para asegurar cadenas de suministro, conectividad, transporte, comunicaciones y servicios básicos.
Tomando como ejemplo solo la infraestructura vial, lo más complejo que se vivió el fin de semana pasado fueron los puentes de la Ruta 68 y del Río Mapocho y los cortes en puentes de la Ruta 5 Sur en la Séptima Región.
Según Leonardo Daneri, Presidente de la Asociación de Concesionarios de Obras de Infraestructura Pública (Copsa), éstos “fueron diseñados con una hidrología de hace muchas décadas. Tenemos que levantar sus rasantes para evitar inundaciones, poniéndose a cubierto. Esos puentes fueron diseñados hace 60 años con una materialidad que está obsoleta tanto fluvial como sísmicamente. Hay que renovarlas y hacerlas de nuevo. El caso completo de la Ruta 68 es que no tenemos alternativas en ese trazado. En el caso particular del Río Mapocho tenemos un problema de resiliencia” (entrevista en Radio Futuro, 23-6-2023).
Definiendo la infraestructura resiliente
La resiliencia se refiere a la capacidad de los sistemas y estructuras para resistir, adaptarse y recuperarse de los impactos del cambio climático. Esto implica diseñar y construir infraestructuras que sean capaces de soportar eventos climáticos extremos, minimizando los daños y las interrupciones en el suministro de servicios esenciales.
Para que una infraestructura sea considerada como resiliente frente al cambio climático, debe contar con las siguientes características:
a) Flexibilidad y adaptabilidad: Deben ser capaces de adaptarse a diferentes escenarios climáticos y ajustarse a medida que cambien las condiciones. Esto implica diseñar sistemas modulares y flexibles que puedan expandirse o modificarse según sea necesario.
b) Planificación basada en el riesgo: Es fundamental considerar los riesgos climáticos al planificar nuevas infraestructuras. Esto implica realizar evaluaciones de riesgo y utilizar información científica y datos climáticos para determinar las amenazas potenciales y diseñar sistemas que las mitiguen.
c) Integración de la naturaleza: La naturaleza puede desempeñar un papel clave en la mitigación de los impactos climáticos. La infraestructura resiliente debe aprovechar los ecosistemas naturales, incorporando soluciones basadas en la naturaleza, como áreas verdes, humedales y corredores fluviales que ayuden a absorber el agua y reducir la vulnerabilidad.
d) Participación comunitaria: La participación de la comunidad es esencial para el éxito de la infraestructura resiliente. Las decisiones deben tomarse de manera colaborativa, involucrando a los residentes y a las partes interesadas en el proceso de planificación y diseño.
Ejemplos de casos de éxito internacional:
La Ciudad de Copenhague, en Dinamarca, ha sido ampliamente reconocida como un referente en la planificación y diseño de infraestructuras resilientes. La ciudad ha implementado medidas innovadoras para hacer frente a las inundaciones, como la creación de parques y espacios públicos que funcionan como reservorios de agua durante las lluvias intensas.
Otro ejemplo es Nueva York, en Estados Unidos, que después del huracán Sandy en 2012, ha estado trabajando en la creación de parques ribereños y diques elevados, así como el fortalecimiento de sistemas de drenaje y suministro de agua potable para hacer frente a un fenómeno similar en el futuro.
En Rotterdam, Países Bajos, y debido a su ubicación vulnerable frente al mar, se ha desarrollado un enfoque integral para enfrentar los desafíos del cambio climático. La ciudad ha construido sistemas de almacenamiento de agua, diques flotantes y tejados verdes, que absorben el agua de lluvia y reducen el riesgo de inundaciones.
Estos ejemplos dan cuenta de la necesidad no solo de enfrentar problemas actuales, sino también de proyectar futuros escenarios de cambio climático y sus consiguientes impactos.
Catalina Binder, abogada y consejera del CPI, señala que esto se logra “diseñando y planificando infraestructura que se enfoque no solo sobre los activos, sino que también sobre las personas, procesos, estructuras de gobernanza, recursos y conocimientos que conforman la cadena de valor de la resiliencia” (Columna “Desarrollo sostenible con infraestructura resiliente”, DF, 8-5-2023).
“Según esa visión, la integración de la resiliencia a la infraestructura debería comenzar a ser considerada desde el diseño de las políticas, regulaciones, procesos y prácticas administrativas, pues en esos niveles se determina dónde, cómo y qué activos de infraestructura son establecidos en un territorio”, agrega.